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mezquita de Granada
Imam: Shej Muhammad Al Kassbi

¡Musulmanes! Os encomiendo que tengáis taqwa de Allah, acatando y cumpliendo lo que Allah os ha ordenado, y evitando y alejándoos de lo que El os ha prohibido. Sabed que los actos más amados por Allah son el cumplimiento de las obligaciones que El Mismo nos ha impuesto.

Éste es el primer paso en el sendero que lleva hacia la amistad íntima con Allah (Wilaya), gloria a El, y a Su amor; y éste, es el primer paso para fortalecerse y estar protegido del Shaytán, maldito y lapidado, y de todos los enemigos de Allah y de Su Din.

Relato Abu Huraira, que Allah esté complacido con él, que el Profeta, paz y bendiciones de Allah con él, citando las Palabras de su Señor, el Poseedor de Majestad y de Gloria, en un hadiz Qudsi (el Creador hablando por boca de Su Mensajero), dijo: “A quien se enemista con uno de Mis amigos, Yo le declaro la guerra. Un siervo no se acerca a Mi con nada que sea más querido para Mi que aquello que Yo le he hecho obligatorio…”. (el Hadiz es muy conocido, lo relató Abu Huraira y lo transmitió el Imam al Bujari)

Por consiguiente, el empeño en cumplir lo obligatorio -y en dejar los actos de desobediencia y de trasgresión- es la protección que guarda al musulmán de todo intento de perjudicarle por parte de quienes quieran causarle daño en su Din o en su bienestar físico en este mundo.

Y de todas las acciones que acercan a Allah, Todopoderoso, el Salat es la principal.

El Salat une, vincula, al siervo con su Señor; y es la frescura y el descanso, -el disfrute- del creyente. El Salat es el refugio del musulmán.

Dice Allah en Su Libro: “Buscad ayuda en la paciencia y en el Salat”. (Surat ‘al-Báqara’, 46) “y esto es difícil y penoso, excepto para los humildes que confían encontrarse con su Señor”. El Salat es, también, el medio para levantar las aflicciones o apartar las desgracias.

En el hadiz transmitido por el Imam Bujari se relata que el Profeta Ibrahim al-Jalil, la paz con él, estaba un día con su esposa Sara, que Allah esté complacido con ella, de viaje; y llegaron a un país gobernado por un tirano. Se presentaron ante el rey déspota un grupo de sus cercanos y le dijeron: “Hay aquí un hombre con una esposa bellísima, y esa mujer, en realidad, te correspondería a ti”.

El tirano envió un ejército a encontrarse con Ibrahim, la paz con él, y le preguntó: “¿Quién es esa mujer que te acompaña?” Ibrahim comprendió que no tenía poder para hacer frente a la fuerza del rey tirano y que, si declaraba que era su esposa, lo matarían. Les dijo: “Es mi hermana”, y después se dirigió a Sara, y le dijo: “Sara, no hay sobre la faz de la Tierra, más creyentes que tú y yo. Éstos me han preguntado acerca de ti y les he dicho que eras mi hermana. Así pues, no me contradigas”. El tirano mandó que se la llevaran y apareció Sara ante el rey. Cuando ella entró, la recibió amablemente, y al intentar poner su mano sobre ella, su mano se paralizó. El hombre quedó muy asustado, y dijo: “Pide a Allah por mí, y yo no te haré daño”. Ella rogó a Allah que lo curara de la parálisis, y el rey recuperó el movimiento de la mano. Entonces, el shaytán, maldito y lapidado, le susurró, y volvió a intentar acercarse a ella, entonces ella imploró a Allah contra él, y volvió a quedarse paralizado, igual que la primera vez, o aún más.

Cuando el rey se dio cuenta de que no tenía poder sobre ella se quedó atemorizado, y dijo: “Pídele a Allah por mí y no te haré daño”. De nuevo, volvió a suplicar a Allah
–gloria a El- y Allah le devolvió el movimiento de la mano, pero quedó atemorizado y temeroso de ella. Mandó entonces el rey llamar a varios de sus cortesanos más próximos, y dijo: “No me habéis traído a una criatura humana, me habéis traído a un demonio”.

Entonces, la mando salir de su palacio, y le entregó una esclava que se llamaba Hayar (Agar). Salió Sara al encuentro de su esposo, y cuando llegó a donde estaba, lo encontró haciendo el Salat. Implorando y suplicando a Allah con humildad. Cuando notó que había llegado, le hizo un gesto con su mano preguntando, ¿qué había ocurrido?, y ella dijo: “Allah ha vuelto la maquinación del rey contra sí mismo, y me ha dado a Hayar como sirviente”. (Hadiz recopilado por Imam Bujari)

Ésta es la prueba de que, ante la incapacidad de hacer frente a la amenaza y al peligro que le acechaba, Ibrahim, sobre él la paz, se entregó al Salat, buscando la asistencia y ayuda Divinas.

Zakariyya, la paz con él, cuando llegó a una edad muy avanzada sin tener hijos, y quiso pedir a Allah, Enaltecido, que le diera un hijo que pudiera heredar de él, se entregó a la oración, pidiendo a Allah, gloria a El, la satisfacción de su necesidad.

Dice Allah, el Altísimo: “Los ángeles le llamaron mientras estaba en pie, haciendo el Salat en el mihrab, para decirle: Allah te anuncia la buena noticia (del nacimiento de tu hijo) Yahya”. (Sura ‘Ali Imrán’, 39)

El Profeta Muhammad, Paz y bendiciones de Allah con él, cuando le angustiaba cualquier asunto se dirigía al Salat, y decía: “Danos el descanso con ella, Bilal”, refiriéndose al Salat, pues Bilal, que Allah esté complacido con él, al llamar al adhan, refrescaba y traía el descanso y la delicia del Salat.

Pues Allah, Enaltecido y Excelso, le ordenó hacerlo así. Cuando dijo: “Y sabemos que tu pecho se estrecha por lo que ellos dicen, así pues glorifica a tu Señor con la alabanza y sé de los que se postran”. (Surat ‘Al Hiyr’, 97)

El Profeta, Paz y bendiciones de Allah con él, siempre que las cosas se le ponían difíciles y le angustiaban, ponía en práctica la recomendación recibida de su Señor.

Decía Ali, que Allah esté complacido con él: “Cuando miré, ví como estábamos la noche de Badr, y estábamos todos dormidos excepto el Mensajero de Allah, paz y bendiciones de Allah con él, que estaba haciendo el Salat y suplicando, hasta el amanecer”. [Ya hayu ya qayum bi rahmatika nastaghiz.]

Decía Hudaifa, que Allah esté complacido con él: “Regresé a la presencia del Profeta, Paz y bendiciones de Allah con él, la noche de las delegaciones, y estaba envuelto en su manto y haciendo el Salat, siempre que un asunto le preocupaba o le sobreponía, oraba”. Y era una noche de frío, hambre y agotamiento, después de un mes de asedio y de cavar el foso.

Así es como las manifestaciones de la misericordia Divina (Raimahat), se imploran a Allah con las súplicas y el Salat (Salawat). Para los musulmanes de las primeras generaciones era como un arma en las manos del soldado.

Cada vez que sentían peligro, se dirigían a su arma para protegerse, a sí mismos o a quién tuvieran que guardar.

Se presentó un hombre ante Zabit al Bunani, de la segunda generación de los Seguidores –Tabi’in- del Profeta, Paz y bendiciones de Allah con él) pidiéndole ayuda para lograr una audiencia con uno de los poderosos. Zabit, que Allah tenga misericordia con él, se puso en camino con el hombre, y cada vez que pasaban por una mezquita se bajaba de su montura y hacía dos rakaats y así llegó ante la presencia del hombre que querían ver. Le expuso el caso y él, inmediatamente, concedió lo que se le había pedido.

Zabit, que Allah esté complacido con él, miró a su compañero, y le dijo: “Puede que parar en todas las mezquitas y mi oración en ellas te haya resultado penoso y molesto”. Le respondió éste: “Cierto”. Dijo Zabit: “No he realizado un Salat sin pedir a Allah en él que te hiciera conseguir la necesidad que tenías, y ahí la tienes. Tu necesidad ha quedado satisfecha”.

A Allah, Enaltecido y Glorioso, Le pedimos que satisfaga nuestras necesidades y nos libre de las cosas que nos angustian y las desgracias que padezcamos, y que nos haga ser de aquéllos que se vuelven a El, a suplicar Su ayuda; y nos haga ser de los que se refugian en Su misericordia, tanto en tiempos de amplitud como en los de estrechez. El es digno y merecedor de ello y El es Capaz de concederlo.

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Alhamdulillah.
¡Musulmanes!, el volverse humildemente a Allah para suplicarle Su ayuda y dirigirse al Salat, es el ejemplo y el modelo de los imams, de los mejores y más nobles de los musulmanes en toda época y en todo país.

Cada vez que se sentían acosados por el enemigo, cada vez que la ayuda y la victoria se retrasaban, cada vez que las cosas se volvían angustiosas y graves… se volvían al Salat.

Quizá sea ésa, una de las razones por las que se estableció en la Sharia, el Salat conocido como ‘Salat al-jauf’ (la oración del estado de ‘temor’). Una oración en tiempos de yihad (esfuerzo), para que para que los musulmanes permanezcan siempre vinculados y ligados por medio del Salat a la súplica de ayuda y la petición del apoyo, procedentes de Allah, gloria a El.

Salahuddín al Ayubi, que Allah lo cubra con Su misericordia, el gobernante recto, el imam de los muyahidín, cuando repasamos su biografía, nos encontramos con la gran importancia que le daba al Salat, a la recitación del Corán Generoso, y al Dhikr (Recuerdo e invocación) de Allah. Y cuán a menudo, se volvía a ellos en las situaciones de peligro.

Era Salahudín muy meticuloso, y muy celoso de hacer su Salat siempre en yama’a (en congregación). Se cuenta que pasaron varios años sin que nunca dejara de hacer la oración en yama’a. Cuando caía enfermo, mandaba llamar al imam para que rezara al frente de su Salat, y se esforzaba todo cuanto le fuera posible por permanecer en pie, detrás del imam; y era muy constante en realizar las sunnas (rawatib), las oraciones voluntarias que se realizan antes y después de las obligatorias. Tenía Salahudín, la práctica regular de hacer rakaats durante la noche, y, si se le presentaba algún impedimento, hacia esos rakaats antes del Fayr (Salat del amanecer).

¡Tened taqwa de Allah, musulmanes! Tened expectativas altas de la ayuda de Allah para Sus siervos creyentes. El poder es de Allah, y la victoria es siempre de Allah, gloria a El.

Por mucho que lo falso sea poderoso y opresor, no perdura. La Verdad, sin embargo, perdura y prevalece. Pero es preciso cumplir, hacer y obrar rectamente, para poder ser merecedores de la ayuda Divina, y de la victoria procedente de El. Es preciso seguir a los hombres de conocimiento, gastar los ricos en los pobres y restablecer todas las prácticas de adoración en su mejor forma. Nos es necesario unir fuerzas, evitar las disputas, los enfrentamientos y las divisiones; y confiar, con sinceridad verdadera, en Allah.

Que Allah bendiga a Su Siervo y Mensajero Muhammad. Y a su familia, y sus nobles compañeros y a todos cuantos les siguen con sinceridad hasta el Último Día.

Wa salla Allahu ala Saydina Muhammad wa ‘ala alihi wa sahbihi wa sallam. Amín.

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